Desde temprana edad he podido descubrir el gran valor que tiene en la vida el cambio.
Cambié mi andar juvenil, lleno de fiestas, parrandas y amigos -que aún conservo-, por una vida de trabajo, reuniones y grandes metas de desarrollo que puedo decir fueron cumplidas.
También los enamoramientos fugaces, las serenatas de esquinas, por el amor verdadero para construir mi hermosa familia.
Cambié las parrandas por las reuniones de amigos, las trompadas por abrazos repartidos a esa familia que me fue dando la vida, en este andar por todo mi pueblo.
Y así… han transcurrido mis años, un día dejé la comodidad de el aire aicondicionado y la oficina porque sentía que había llegado el momento de servir mucho más y me fuí de campaña, propuestas y sueños… Por Ti Valledupar.
Pero como hacemos planes pero Dios es quien manda, me esperaba un cambio más y hoy… ¡Me voy del Valle!
A trabajar por Colombia a dirigir empresa, vuelvo administrar para ayudar, para encauzar y como siempre lo he hecho, aportar en el cumplimiento de los sueños de muchos.
¡Me voy del Valle! Pero me los llevo a ustedes en el corazón y por eso estoy seguro que regresaré tantas veces, hasta que llegue a sentir que aquí vivo.
Los extrañaré tanto al estar fuera que agendaré sin aplazar los baños que en el Guatapurí pueda darme cada mes.
También será parte del programa comer bocachico asado en el mercado, hígado en patacon pisao y pasar por la Bombonera, en el Sicarare para sentarme a ver los partidos y aplaudir los buenos y hasta los malos pases, porque ese será mi mejor gol.
Fueron tan masivos los mensajes de alegría que ustedes me hicieron llegar por mi nuevo cargo como Director de Asopagos, que quise hablarles de los cambios, que nos hacen crecer, que nos transforman, que nos renuevan.
También quería compartirles que hay cosas que nunca cambian y una de ellas es mi amor por mi gente, mi amor por Valledupar.
Gracias Valledupar, gracias familia vallenata, estoy seguro que para todos llegarán buenos tiempos y que la fuerza y el tesón de los vallenatos crecerá por siempre.
Por. Ernesto Miguel Orozco Durán
