Usualmente escribo poco sobre estos temas, pero a veces lo macondiano que ocurre en Valledupar obliga. Ustedes se preguntarán por qué el título “¡Policías al rescate en el motel!”, pues aquí les cuento…
Ayer, jueves, tipo 11:15 a. m., me acerqué al mercado en compañía de mi esposa a comprar unas verduras. Orillé el carro y me ubiqué justo en la esquina, frente a un populoso motel de la ciudad. Apagué el vehículo, bajé el vidrio y me quedé adentro tomando aire mientras esperaba.
De inmediato, observo varios hombres: uno en una moto (mototaxista), y otros vendedores. Como me conocen, me saludan:
—¡Ey! ¿Cómo vas? Te estás perdiendo… —me gritan con picardía—. Las dos mujeres que están allá se están cazando a un man que está adentro del motel. ¡Pilla la jugada! Le tienen centinela en las puertas… De esta no se salva. ¡Ese man sí es salao! Pero por cachón, ahora sí no se salva.
Y claro, me hacen bajar del carro. Terminé metido en la romería que se había formado. Dos mujeres junto a un poste frente al motel, y otra persona vigilando la salida alterna. Todo, con el noble propósito de que no escapara el protagonista de esta tragicomedia: un hombre supuestamente “asustado y pillado”.
Pasaron algunos minutos, las dos mujeres se alejan del frente del motel y se nos acercan. Yo, que ya me sentía parte del elenco, pensé: “Ya está, ahora llegan a insultarnos, a tratarnos de chismosos”. Pero no. Se acercan al mototaxista, lo saludan y comienzan a hablar como si nada. ¡Eran de confianza!
No había pasado ni un minuto cuando, como caídos del cielo, llega una patrulla de la Policía. Hasta ahí, todo dentro de lo normal. Uno de los uniformados se baja con estilo: moto apagada, paso lento, cara seria. Habla por radio. Se acerca a nosotros, que estábamos en la esquina y dice:
—Buenos días.
—Buenos días —respondemos amablemente.
—¡Salgan donde los vea! Esto es una requisa.
¿Requisa? ¿Y eso por qué? Pues nada, que los agentes hablaron con el personal del motel y, segundos después, llegaron tres patrullas más. ¡Sí, señores, tres! Ahora eran seis policías rodeándonos, como si estuviéramos planeando el atraco del siglo… ¡en la sombra de un árbol, al lado del estadio!
Una de las mujeres explotó:
—¡Allí sí llegan rápido, como si uno fuera una delincuente! ¡Venga, revíseme, que no tengo nada!
Nos revisaron motos, identidades y, de paso, el orgullo. La otra mujer, viendo el operativo de película y temiendo que le saliera un TikTok indeseado, se retiró diciendo:
“Tanta inseguridad, y uno que no está haciendo nada malo… ¡y aparecieron rápido y en gravilla!”
Antes de marcharme, la mujer afectada —la legítima— se me acerca:
—Ojalá y publiques esto. Yo te sigo en redes. Mira, yo solo vine acá para que ese man me viera. Quiero que me deje tranquila. Está allá metido, y mira cómo llegó la Policía, en grupo, como si yo fuera una delincuente. Cuando uno los llama por un caso, ni llegan.
Y tiene razón. Casos hay de sobra. Llaman a la Policía y nunca llegan. Pero cuando se trata de rescatar a un infiel atrincherado en un motel… ¡ahí sí, operativo tipo SWAT!
Conclusión: el tipo que estaba dentro del motel no la deja tranquila, la acosa y no le permite rehacer su vida. Ella dice que se irá lejos… ojalá lo cumpla. Y por el otro lado, da risa (y molestia) cómo se arma todo un operativo policial para proteger a un infiel, mientras los verdaderos casos de inseguridad siguen esperando respuesta. Así estamos.